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Abubillas: El azote de la procesionaria

Por Manuel Tapia, miembro de la Sociedad de Estudios Biológicos Iberoafricanos y responsable del área de conservación de la naturaleza de Guelaya-Ecologistas en Acción Melilla

Crestas y bandas alares
La abubilla (Upupa epops) es un ave de mediano tamaño, más o menos como un mirlo, aunque por sus ornamentos y su curioso vuelo pueda parecernos algo más grande. Destaca sobre todo de esta ave una cresta de plumas sobre su cabeza y las bandas negras y blancas del plumaje de sus alas y su espalda. Estas bandas que por el contraste entre el negro y el blanco hacen destacar a esta ave a considerable distancia, también aparecen en la parte final de las plumas de la cresta. Aunque ya de por sí el vuelo de las abubillas es muy particular, estos ornamentos alares crean un espectáculo visual muy llamativo cuando estas aves baten sus alas; es con las alas extendidas cuando se puede observar que estas bandas cromáticas blancas y negras ocupan la mayor parte de la superficie del cuerpo de la abubilla.


Estrategias defensivas
 Una vez en tierra y con las alas recogidas, los colores de terrosos a ocres del resto de su plumaje ocupan más espacio, y ayudan al mimetismo de la abubilla mientras captura grillos, escarabajos y otros grandes insectos sobre el terreno. Sin embargo tiene otro recurso para llamar la atención con su plumaje aun estando en tierra: la abubilla recoge y extiende a placer la cresta de plumas que adorna su cabeza, como si de un abanico se tratara. El gran tamaño de la cresta en relación a su cuerpo y los colores que la adornan ayudan a la abubilla a mandar un mensaje visual bien claro a sus congéneres y competidores, como una bandera desplegada para mandar señales. Otra característica muy conocida de las abubillas en el mundo rural es que las hembras y los pollos despiden un fuerte y desagradable olor durante el tiempo que dura la crianza. Parece ser que se debe a que en el nido se acumulan grandes cantidades de excrementos de las crías que no son evacuados por los progenitores, seguramente como estrategia defensiva en el momento más delicado y vulnerable de la vida de estas aves.
Otra particularidad de estas aves muy conocida por los habitantes de las zonas rurales es su curioso reclamo, algo parecido a un pu-pu-pu que repite cada cierto tiempo y que es el origen de su nombre científico, Upupa, claramente onomatopéyico.

Otro visitante invernal
 Como muchas otras especies, son migrantes parciales; los ejemplares que viven más al norte de Europa se desplazan hacia el sur y muchos de ellos cruzan el estrecho cuando el invierno convierte su territorio en zona hostil. Sin embargo, las poblaciones que viven en lugares más templados, como Europa meridional, el norte de África o las islas Canarias son residentes permanentes o en todo caso realizan desplazamientos mucho más cortos. Coincidiendo con los pasos migratorios de primavera y otoño, las abubillas pueden llegar a ser habituales en los pinares de Rostrogordo. No es casual que elijan esa zona de Melilla para descansar y reponer fuerzas antes de continuar su viaje hacia el lejano sur; en Rostrogordo abunda una de sus especies preferidas, y puntualmente una parte importantísima de su dieta, las crisálidas de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa).

La salvación de los pinares
Efectivamente esta oruga, que en nuestros pinares algunos años alcanza el rango de plaga para los árboles, y que además es tan peligrosa para niños y mascotas que frecuentan este espacio natural de Melilla, tiene en la abubilla un enemigo implacable. Cuando las orugas abandonan sus colonias, las bolsas sedosas que se pueden observar en muchas ramas de los pinos, marchan en procesión (ese es el origen del nombre de procesionaria) hacia el suelo y allí buscan refugio bajo tierra, donde se convierten en crisálidas y posteriormente en mariposas. La abubilla es una especialista en detectar estas crisálidas bajo tierra, y como éstas ya no tienen los pelos urticantes que las protegen mientras son orugas, se convierten en una presa ideal para dar el aporte proteínico que necesitan las abubillas para seguir su camino. Las abubillas, pues, pagan el cobijo que les dan nuestros pinares de la mejor de las maneras posibles, reduciendo drásticamente la población de procesionaria en el corto espacio de tiempo que permanecen en nuestra ciudad; una reducción que sin embargo tendrá efectos durante todo el año sobre el buen estado de salud del pinar. Es una razón más para asumir la responsabilidad que tenemos como zona de paso de aves migratorias para que estas tengan la mejor estancia posible mientras se encuentren aquí.

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Abubillas: El azote de la procesionaria

Redacción

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