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Abdelbaky Es-Satty: El riesgo de que un radical ejerza de imam en una mezquita

El diario “El Mundo” se hacía eco ayer en su editorial de una de las mayores preocupaciones con respecto a la radicalización yihadista en nuestro país, que recibió atención mediática a raíz de la participación de Abdelbaky Es-Satty, el imam de Ripoll, en los atentados de Barcelona y Cambrils: la falta de un sistema que permita controlar quién alcanza la responsabilidad de convertirse en imam, dado que no existen requisitos formales previos y, además (dada la estructura no jerarquizada del Islam sunní) tampoco hay instancia alguna de control, lo que propicia que existan mezquitas con mensajes muy dispares entre sí, que oscilan entre la promoción de la paz y el fomento del odio y la violencia.

El diario “El Mundo” se hacía ayer eco en su editorial de una de las cuestiones más preocupantes en relación con la radicalización yihadista: la falta de control sobre el mensaje difundido en algunas mezquitas, especialmente las más pequeñas, y, sobre todo, la falta de control sobre quienes llegan a ser responsables de dar salida a dicho mensaje, los imames.
Según la doctrina islámica, cualquier musulmán de la comunidad puede desempeñar las labores del imam, que consisten principalmente en dirigir el rezo y pronunciar el sermón durante la oración de los viernes. Para ser imam no es necesario contar con una preparación previa, simplemente basta con ser una persona justa y piadosa, normalmente bien considerada por la comunidad.
La mayoría de las mezquitas de nuestro país no cuentan con recursos suficientes para contratar a una persona con formación religiosa para desempeñar el papel de imam, por lo que el sermón lo dan personas sin suficiente formación, susceptibles de caer en las redes del fundamentalismo y el fanatismo religioso.
Además, el hecho de que la estructura organizacional del Islam sunni sea prácticamente horizontal (no existe una jerarquía vertical como en el cristianismo) provoca que cada imam responda únicamente ante su comunidad, en otras palabras, no existe ninguna entidad superior que regule el mensaje o censure al imam en el caso de que se incline hacia mensajes peligrosos, motivo por el cuál, hasta en la misma calle, puede haber dos mezquitas con mensajes totalmente contrapuestos, que oscilen entre la promulgación de la paz y la tolerancia, y el fomento del odio, la violencia y el sectarismo.
Las mezquitas, junto con las instituciones penitenciarias y las redes sociales, son focos predilectos de radicalización, y el hecho de que Abdelbaky Es Satty, el “cerebro” de los atentados de Barcelona y Cambrils, fuera imam de una mezquita en Ripoll ha puesto el foco de la sospecha sobre el proceso de designación de una figura que, si bien depende exclusivamente de cada comunidad musulmana, es de vital importancia para el desarrollo de una correcta y sana convivencia entre las diferentes confesiones.

El problema del intrusismo wahabbita

Una de las principales preocupaciones relacionadas con la designación de imames en las mezquitas de nuestro país está relacionada con la colonización ideológico-religiosa planteada por Arabia Saudí a nivel internacional, en el marco de su lucha por ser una potencia regional y el líder de la Ummah, por delante de los iraníes (chiitas) o los turcos. En este país árabe impera el wahabbismo, una visión ultraconservadora, estricta y literal del Islam, que brota de la corriente Hanbalí (Ahmad ibn Hanbal) y hereda los postulados desarrollados por su fundador, el radical Muhammad ibn Abd-al-Wahhab.
En España hay mezquitas autofinanciadas por los fieles de la comunidad y también mezquitas financiadas por Arabia Saudí, como la gran mezquita de la M-30, y son estas últimas las que suscitan más suspicacias, toda vez que suelen monopolizar la rama más radical del Islam, hasta el punto en que algunos países, como Austria, ya han llegado incluso a ordenar la expulsión de imames “colocados” por el reino de la familia Al-Saud.
Cabe recordar que el wahabbismo no sólo no es la única interpretación del Islam, sino que ni siquiera se corresponde con el acerbo cultural de nuestra región.

Fernando Lamas Moreno

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