Por Pancho Ríos
Esta nota de agradecimiento que escribo al personal del Hospital Comarcal de Melilla lleva el cariño por duplicado. Es difícil encontrar las palabras exactas cuando muchos de esos compañeros y compañeras con los que compartes tu día a día se convierten un día, de repente, en tus cuidadores.
A lo largo de mi carrera como médico de UCI, jamás me he encontrado al otro lado, como paciente. Pertenezco a una generación de profesionales que, sin saber por qué, convirtió en algo natural anteponer la responsabilidad y el compromiso con el trabajo a su propia salud. Quizá sean los valores aprendidos; quizá esa certeza que los sanitarios adquieren en cuanto empiezan a vestir el uniforme, la de que, por mucho que padezcas, siempre hay alguien que está peor y necesita tu ayuda. Y tienes que estar ahí.
Sea como sea, esta vez me tocó a mí recibirla. Y es por ello que necesito reconocer públicamente el esfuerzo, el trato amable, el apoyo anímico, el cariño y la profesionalidad de tanta gente, comenzando por el servicio de urología y cirugía, con el que tengo, además, un vínculo familiar. Sin la mirada experta de mi hermano Juan (y el personal sanitario de Quirófanos) esto no hubiera salido igual. Pero tampoco sin la vigilancia constante de los médicos, enfermeros, auxiliares y técnicos del servicio de UCI, quienes, además de enormes profesionales, son también parte de mi familia. A todos vosotros, uno por uno, gracias.
He repetido muchas veces que el personal de enfermería son mis manos como médico de UCI, pero es en momentos como estos en los que entiendes verdaderamente la importancia de la buena atención al paciente. Fui un privilegiado en los casi 15 días que estuve ingresado y atendido por ellos, y no miento ni exagero cuando digo que habría que revisar el mito de que en la península el nivel de profesionalidad está muy por encima del de nuestra ciudad. Como médico y paciente que ha estado entre Melilla y Madrid, puedo asegurarles que el nuestro roza la excelencia.
No me olvido tampoco de los administrativos, ni del personal de gerencia del Hospital Comarcal, cruciales en mi traslado. Tampoco del servicio de Fisioterapia (gracias, Alejandro), ni de todos los trabajadores, amigos y conocidos que se han preocupado por mi salud en todos estos días. Y por supuesto, de mi familia, mi mujer y mis tres hijos, por ser, por estar y por acompañarme cada minuto en esta experiencia de la que, sin duda, salgo con un aprendizaje que aplicaré cada día en lo personal y en lo profesional.
Eternamente agradecido.
Pancho Ríos
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