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A mi padre, Abdelkader Bussian

Por: Mohamed Bussian

Abdelkader Bussian nació en Melilla, siendo el tercero de una familia humilde de cinco hermanos, criándose en el barrio de Cabrerizas, en la que le caracterizaba por su color de piel muy blanco y un pelo rubio, como si fuera un holandés. Desde bien pequeño me narraba que sacaba a la familia adelante, trabajando de limpiabotas, en un taller de bicicletas o en la Feria de Melilla para traen el pan a casa. En los años 70 me contó que dio el salto a la mar, algo duro y peligroso, embarcándose en el mundo de la pesca en el Puerto de Melilla.

A principios de los años 80, cuando el colectivo musulmán de Melilla protestaba ante el Gobierno de Felipe González por considerar a los musulmanes nacidos en la ciudad autónoma como extranjeros, lo que se tradujo en una reivindicación que fue un hito después de que en el año 1985 los musulmanes nacidos en Melilla fueran reconocidos cómo españoles, en la ley de extranjería, mi padre obtuvo la nacionalidad española, decidiendo emigrar a Motril (Granada) para seguir desarrollándose y formándose como pescador. Hasta que, en el año 1989, emigró a la ciudad de Tarragona, que le acogió como a uno más, siendo muy conocido en el barrio marítimo tarraconense del Serrallo donde se embarcó en el buque «Nuevo Rápido», del cuql desarrolló su profesión de pescador durante 32 años.

Papá, desde la tierra llamo a la puerta de ese cielo inmenso, para que Dios pueda hacerte llegar este mensaje. Hoy, 11 de julio, hubieras cumplido años. Estoy convencido que tanto yo como Dina te hubiéramos hecho de las nuestras, organizándote una tarta, un regalo y una comida para celebrarlo los tres junto a mamá y, cómo no, nos hubiéramos llevado tus besos, y un “¿por qué os habéis molestado?”.

Pasa el tiempo y tu marcha se intensifica en mi corazón, no hay día en el que mi mente se convierte en una hemeroteca que recuerda con emoción y especialidad imágenes, momentos, frases, y lugares que se quedaron imborrables de todo lo que viví contigo, papá. Me quedé con un tesoro que todo hijo quería tener, y es la filosofía de un padre con esfuerzo y coraje, ese esfuerzo y coraje que te representaba, aprendido de tus típicos consejos que ahora son para mí una gran virtud.

Como siempre, papá, tenías algo que te hacía ser único. Estabas detrás nuestro empujándonos como un superhéroe sin capa que velaba por el futuro de sus hijos y su esposa, repartiendo una felicidad inolvidable, llevándonos de la mano a la escuela, yendo hacer la compra juntos o comprándonos lo que deseáramos.

Cuando llegaba la noche, y junto al resto del mundo dormíamos, te convertías en el guardián del mar, luchando de noche, hiciera frio, calor o tempestad, junto a los graznidos de las gaviotas y las bandadas de peces que te acompañaban en cada una de tus misiones. No te olvidamos. ¡Te quiero mucho, papá!

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Redacción

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