El autentico Político es aquel que consigue, con su comportamiento, su efectividad y su trabajo, que la mayoría que le apoya, se amplíe, entre aquellas que no creían en el, dando lugar al nacimiento del líder, el cual dirige y gobierna, sin necesidad de valores enfrentados, que suelen redundar siempre, en el deterioro partidista del ciudadano y el retraso social del país, por sus divergencias y egoísmos personales.
Pero esos políticos de barriga y cremallera, de sonrisas acalaverada, de la mentira, el jolgorio, la depredación y la palabrería, no solo enfrentan al contribuyente con sus siglas, anagramas y promesas, sino que además, de empobrecer y mermar los bienes, conseguidos por el esfuerzo y entrega social, están dando lugar a que la sociedad española, vaya camino de repetir a la Generación del 98, la cual se encontró sin nación en la cual realizarse; ni individualidades a quienes seguir; sin casa y sin padres en el orden espiritual. Fue una generación fantasma.
La cultura de la diferencia, o “estilo”, que solía practicar Ortega con Baroja, con Azorín o con Unamuno, se ha convertido en un chalaneo de mentiras-verdades y verdades-mentiras, que dan una imagen clara de la confusión, donde nos encontramos.
Y lo peor, es que los políticos actuales, no saben salir de ella, pues han convertido la Política, en algo parecido a una empresa particular, de partidos donde se ejercita y dictaminan unas consignas, que bajo la apariencia de un bien público, se reduce después de una Elecciones, a las componendas de los bienes personales, en sueldos, privilegios y desfase de imágenes prefabricadas por los medios informativos, en esa competición falsa, ridícula e ineficaz, de las libertades otorgadas y los derechos humanos preconcebidos. D. Miguel de Unamuno dijo, refiriéndose a la Constitución de la Segunda República: “Constitución hecha para una clientela política. Camelo”.
Aunque su Constitución ahora no sea la misma, la política y su clientela, han madurado muy poco. Y ASI NOS VEMOS. Siendo espectadores de una farándula oportunista y consentida, donde nadie escucha a nadie, ni nadie convence a nadie. Cada actor defiende su pan. Todos se mienten. Ninguno se engaña. Por lo tanto, tomen nota.
Buenos días y…a seguir cobrando
